Por Laura Vaquero
En los últimos años, la salud mental ha recibido mayor cobertura en los medios y ha experimentado una proliferación de consultas a especialistas. Es una de las preocupaciones sociales más extendidas a nivel global y es tal su influencia que incluso ha pasado de ser un tema tabú para ocupar el plano central de conversaciones. A pesar de que se ha producido un cambio significativo en cómo se trabaja la salud mental, todavía existe un desconocimiento generalizado sobre la relación directa que tiene con la intestinal.
A lo largo de los años los expertos han conseguido que, en trastornos que hasta el momento se consideraban psicológicos, se encuentren causas biológicas que parten del intestino y de las bacterias que conviven en él. De este modo, han demostrado la implicación de las bacterias intestinales en las enfermedades autoinmunes como la diabetes o la obesidad.
La interrelación entre el eje intestino-cerebro se trata de una comunicación bidireccional, lo que significa que las señales pueden ir tanto del cerebro al intestino como del intestino al cerebro. A diferencia de la idea generalizada, el intestino no es un órgano que solo digiere los alimentos, sino que produce, como segundo cerebro, neurotransmisores. Entre ellos, la serotonina, la dopamina y el ácido gamma-aminobutírico (GABA), que son esenciales para regular el estado de ánimo, el comportamiento y el sueño. Es tan determinante esta conexión que alrededor del 90% de la serotonina del cuerpo se produce en el intestino, variando el funcionamiento cognitivo.
Esta comunicación se genera a través de varias vías, incluyendo el nervio vago, el sistema inmunológico y las hormonas:
El nervio vago permite que señales químicas y eléctricas viajen entre ambos órganos, facilitando la regulación de funciones digestivas y emocionales.
Para mejorar el sistema nervioso es necesario el consumo de todos los nutrientes que participan en la síntesis de los neurotransmisores y sus estructuras. Un ejemplo son los minerales, como el yodo o el hierro; y las vitaminas, como las del grupo D y la E; y ácidos grasos omega-3; o aminoácidos.
Por su parte, el sistema inmunológico es otra vía de comunicación importante porque la inflamación en el intestino puede desencadenar una respuesta inflamatoria sistémica que impacte el cerebro.
El papel de la microbiota en la salud mental
En la regulación de los mecanismos de conexión entre el cerebro y el intestino juega sin duda un papel muy importante la microbiota, que es el conjunto de microorganismos, principalmente bacterias, que residen en diferentes partes del cuerpo humano, pero especialmente en el intestino.
Tiene influencia, por tanto, en la producción de neurotransmisores, en el eje intestino-cerebro, en la inflamación sistémica y en la producción de ácidos grasos de cadena corta (AGCC) como el butirato, propionato y acetato. Los AGCC tienen efectos antiinflamatorios y pueden cruzar la barrera hematoencefálica, afectando a la función cerebral. Otros metabolitos microbianos pueden modular la inflamación sistémica y cerebral influenciando el riesgo de trastornos neuropsiquiátricos.
El poder de los prebióticos para mejorar el estado de ánimo
La comida y los suplementos son una poderosa medicina que potencia los beneficios para nuestro organismo. Por ejemplo, el almidón resistente, un prebiótico natural presente en alimentos como la patata y la batata, no se digiere completamente en el intestino delgado humano y llega al colon, donde es fermentado por las bacterias intestinales para producir los AGCC.
La relación entre la dieta, los suplementos y la salud mental a través de la mejora de la microbiota intestinal es un campo de investigación en crecimiento. La repoblación de la microbiota mediante prebióticos, fibras no digeribles que promueven el crecimiento y actividad de bacterias beneficiosas en el intestino, ha ganado terreno. Esto alimenta las bacterias probióticas, aumentando su población y actividad, lo que resulta en un microbioma más saludable y equilibrado, beneficiando tanto al intestino como al cerebro.
El interés por comprender esta conexión es tan profundo que recientemente se investigaba el microbioma intestinal de los cerdos para potenciales aplicaciones en la cura de enfermedades mentales humanas. A medida que la ciencia avanza, aumenta la esperanza de tratamientos más efectivos y personalizados que no solo aborden la salud mental, sino que promuevan un bienestar integral.